¿Por qué se aconseja llevar los cinturones abrochados durante todo el vuelo?
A pesar de utilizarse informes meteorológico, existe la posibilidad de entrar en una zona de turbulencia en aire claro no pronosticada. Manteniendo el cinturón abrochado durante todo el vuelo, aunque la luz de los cinturones esté apagada, nos proporcionará mayor seguridad.
No debemos confundir esta actitud precavida con una actitud “paranoica”. Es decir, siempre y cuando la señal luminosa esté apagada, no debemos prohibirnos desabrochar el cinturón para levantarnos e ir al baño o estirar las piernas.
Sensaciones durante turbulencias: “caímos cientos/miles de metros”
Las turbulencias se sienten mucho peor de cómo realmente afectan al avión. En la gran mayoría de las veces la altitud apenas varía en 1 o 5 metros; variaciones de 50 metros son excepcionales, y superiores a los 100 metros, muy excepcionales. Tampoco debemos pensar que las variaciones ocurren completamente en vertical, pues los aviones recorren horizontalmente más de 230 metros cada segundo. Sin embargo, no sería la primera vez que alguna persona comenta “caímos cientos/miles de metros” ante pequeñas variaciones. ¿A qué se debe?
El cuerpo humano no siente cuánto varía la altitud, sino las aceleraciones que se producen al variarse. Si una bajada de 5 metros se produce de manera brusca, se sentirá más fuerte que una bajada de 50 metros de manera suave. De hecho, el descenso hacia el aeropuerto de destino se realiza de manera tan suave que apenas lo sentimos, aunque se desciendan miles de metros.
Tampoco sentimos si el avión sube o baja, eso es algo que deducimos nosotros a partir de lo que hemos sentido, y puede malinterpretarse. Pongamos el ejemplo del ascensor: cuando estamos subiendo y llegamos a la planta deseada, al reducirse la velocidad vertical sentimos una sensación de ligereza, como de despegarnos del suelo; nuestro cuerpo, por inercia, quiere mantener su velocidad vertical y, por lo tanto, seguir subiendo. Pero cuando nos metemos en el ascensor y éste comienza a bajar, también sentimos una sensación de ligereza; nuestro cuerpo, por inercia, quiere mantener su -nula- velocidad vertical. La misma sensación, pero provocada por dos situaciones completamente distintas: en una empezamos a bajar, y en la otra, dejamos de subir. El ascensor nos resulta más familiar y sabemos qué hemos hecho y a qué botón le hemos dado, pero en un avión es mucho más complejo saber de qué manera las turbulencias están afectando al avión.
Por otra parte, la sensación de ligereza es mucho más llamativa para el cuerpo humano. Una turbulencia puede hacer que el avión gane unos metros para luego dejar de ascender de golpe. Resulta muy habitual interpretar esa situación como que el avión ha descendido, cuando es lo contrario.
Las sensaciones que sentimos dentro de un avión, sin el apoyo de instrumentos, son muy engañosas y fáciles de malinterpretar.
En definitiva: ¿deberíamos preocuparnos por las turbulencias?
Viajar en avión preocupados por las turbulencias sería como preocuparnos porque, al aterrizar, tengamos que salir del avión por las escaleras, que algunas veces se utilizan, y nos podamos caer por ellas. Todos los años se producen algunos heridos de esta manera. ¿Deberíamos preocuparnos por ello? No, porque el riesgo, aunque existe, es muy pequeño. Lo mismo ocurre con las turbulencias. Alguna persona pensará «bueno, pero bajando las escaleras puedo tener cuidado». Es cierto, pero en un avión también: manteniendo el cinturón abrochado siempre que estemos sentados.
En 2013, en Estados Unidos, se produjeron 24 heridos debido a turbulencias (11 pasajeros y 13 tripulantes de cabina), y estamos hablando de un país con 800 millones de pasajeros al año y de un fenómeno –las turbulencias- relativamente frecuente.
El temor que se suele tener es un claro ejemplo de hacer una montaña de un grano de arena. Como se suele decir: las turbulencias suponen un problema de comodidad más que de seguridad. Existe la posibilidad de hacernos daño, cierto, pero esa posibilidad es muy pequeña, además que la mayoría de lesiones son de carácter leve. Sin embargo, incluso las turbulencias más ligeras ya son capaces de causar incomodidad y preocupación entre buen número de pasajeros.
Consejos para llevar mejor las turbulencias
- Evite reservar asientos situados en la parte trasera del avión: es el lugar donde más se notan.
- En época de mucho calor, evite reservar vuelos que transcurran por la tarde: es cuando más turbulencias suele haber.
- Lleve el cinturón abrochado siempre que esté sentado: si le resulta muy molesto llevarlo constantemente, aflójelo un poco durante el crucero.
- Durante las turbulencias, ajuste en mayor medida el cinturón: de esta manera se reduce la sensación de “despegarnos” del asiento.
- Trate de relajarse y acepte las turbulencias como algo natural.